Por Paris Goyeneche
El boom latinoamericano es un fenómeno literario que surgió entre la década del ‘60 y del ‘70, y que consistió en el afloramiento de la narrativa latinoamericana, con obras que se difundieron por todo el mundo, convirtiendo a sus autores independientes, y relativamente jóvenes, en iconos de la literatura.
Estos escritores fueron influenciados por los movimientos modernistas y de vanguardia del siglo XX (especialmente por el surrealismo europeo), para desafiar las convenciones literarias de la época a través de los neologismos, las blasfemias y el lenguaje inapropiado. La fusión entre la ficción y lo real generaba la duda en el lector, como el realismo mágico que intentaba mostrar lo extraño como algo cotidiano. Este realismo mágico resultó una manera de explicar los sucesos políticos económicos y sociales. Los autores tomaron la voz callada del pueblo, a fin de expresar sus sentimientos y sensaciones ante una realidad turbulenta, y los sumergieron en relatos con tintes algo fantasiosos e irreales. Tal es el caso de Cien años de soledad, la obra de Gabriel García Márquez.
Las novelas reflejaban un estilo propio, en las que predominaban historias transcurridas en espacios urbanos influenciados por las condiciones políticas y sociales de los países latinoamericanos, de donde son oriundos sus autores. El tiempo narrativo podía comenzar por el final de la historia, y luego saltar sin respetar la linealidad de los acontecimientos.
Las décadas del ‘60 y ‘70 se caracterizan por la agitación ideológica de la sociedad latinoamericana, que comenzaba a despertar, en medio de un período de gobiernos autoritarios en la mayoría de los países (de derecha y de izquierda), de la Guerra fría, de la Revolución Cubana (1959) y la frustrada intervención por parte de EEUU. El triunfo de Cuba, que prometía una nueva era, logró llamar la atención pública de todo el mundo, tiempo antes de que se originara el fenómeno literario.
Se considera como la primera obra del boom latinoamericano a Rayuela (1962), de Julio Cortázar. Otros sostienen que fue la obra de La ciudad y los perros (1962), de Vargas Llosa, o Hijo de hombre (1959), de Augusto Roa Bastos, entre otros.
Los escritores de la época como Julio Cortázar (Argentina), Carlos Fuentes (México), Guillermo Cabrera (Cuba), Gabriel García Márquez (Colombia), José Donoso (Chile) y Mario Vargas Llosa (Perú), experimentaron formas narrativas que relacionaban temas controversiales, y asuntos políticos de la actualidad.
Como la obra La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, que retoma el tema de la Revolución Mexicana y explora sus secuelas en torno a la corrupción y a la lucha de poder entre los revolucionarios; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, que se centra en la brutal vida de los cadetes de una escuela militar; y La coronación, de José Donoso, que es una crónica sarcástica de la clase alta chilena.
Los autores que influenciaron a los escritores del boom latinoamericano fueron los modernistas como José Martí (España), Rubén Darío (Nicaragua), James Joyce (Irlanda) y José Asunción Silva (Colombia), y el vanguardista Jorge Luis Borges (Argentina).
Entre los representantes más destacados en cada país se encuentran:
Argentina: Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar (hijo de argentinos, nacido en Bélgica y luego nacionalizado), Leopoldo Marechal y Manuel Puig.
Brasil: Jorge Amado y João Guimarães Rosa.
Chile: María Luisa Bombal y José Donoso Yáñez.
Colombia: Gabriel García Márquez y Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Cuba: Alejo Carpentier y José Lezama Lima.
Guatemala: Miguel Ángel Asturias.
México: Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Elena Garro, Emmanuel Carballo, Luis Spota Saavedra y Sergio Fernández Cárdenas.
Panamá: Carlos Fuentes (hijo de mexicanos, nacido en Panamá).
Paraguay: Augusto José Antonio Roa Bastos.
Perú: Mario Vargas Llosa.
Había una necesidad de hablar de lo que pasaba en Latinoamérica, y era mandatorio hablarlo ya. Cada uno de estos autores floreció desde su ámbito, su país, su jungla, su pueblito, para mostrar al mundo su latido. Para varios significó la expulsión inmediata del país, y siguieron escribiendo sobre su país, su jungla y su pueblito, en sofisticadas ciudades europeas, sin perder frescura y utilizando, como Cortázar, recursos literarios “protectores”, más para preservar su propia vida, como fue el surrealismo, que llevaba – cual si fuera escritura sagrada – la verdad escondida, para el corazón preparado, para llegar directamente al corazón del lector, sin necesidad de ser juzgado de primera mano por la bota militar.
Al enunciar nombres y autores, invito al lector a retomar la seria lectura de varios de ellos, aprovechando los últimos días de encierro, y darse un baño de García Márquez, una salida a pasear con Mario Vargas Llosa, o un descubrimiento de la chilena María Luisa Bombal, o de Miguel Angel Asturias. A Cortázar no lo recomiendo, ya que los sospecho lectores acostumbrados a su pluma, de rigor entre sus anaqueles. Pero les comparto un segmento de otra entrevista de la serie “A fondo”, de la Televisión Española de los años ‘70, donde pone clarísimo los límites de este movimiento, y que comparto a continuación. Les envío un saludo grande, y hasta cualquier momento. Bon Appetit.