Por Silvano Pascuzzo
Tributo a un Maestro
Luis Dallanegra Pedraza, el Multilateralismo y la Doctrina Justicialista. En los años de la juventud de quien esto escribe, allá por fines de la década de 1980, el Neoliberalismo y sus corifeos anunciaban el triunfo del Capitalismo sobre el Socialismo y de la Democracia sobre el Totalitarismo. Y lo hacían en el marco de un Mundo Global que parecía encaminarse a la hegemonía indiscutible, política, militar y económica, de los Estados Unidos. Eran muy pocos quienes se animaban a discutir ese conjunto de ideas y a lanzar hipótesis alternativas. Entre ellos, se contaba un especialista formado en la Universidad Nacional de Rosario, que tuvimos el honor de tener como docente en la vieja Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador: el Licenciado Luis Dallanegra Pedraza.
Luis nos insistía – en su cátedra de Sistemas Políticos Latinoamericanos Comparados y en Teoría de las Relaciones Internacionales – que China y Rusia ocuparían, en las próximas décadas – es decir hoy –, un lugar preeminente en la nueva configuración de poder que se estaba – a su entender – gestando, y que el mismo sería Multipolar más que Unipolar. Hablaba, claro, en el desierto, pero cómo tuve el honor de ser su amigo, y como hace tiempo que no lo veo, decidí homenajearlo en el presente artículo dejando claramente sentado el acierto de aquellas aseveraciones, a la luz de los hechos recientes. Un acto, quizás, de reconocimiento, o tal vez de simple vanidad.
Es claro que el Capitalismo, en su etapa monopólico financiera, se ha separado cada vez más de la Democracia, ya que se siente más a gusto,, en el marco de sociedades autoritarias. El Liberalismo Económico ha liquidado al Liberalismo Político, reduciéndolo a un instrumento demagógico, tremendamente desgastado por la ilegitimidad creciente de los sistemas de representación por partidos; eso que Robert Dahl (1915-2014) llamó alguna vez: la Poliarquía.
Las fuerzas políticas democráticas y liberales han dejado abierto el camino para la cooptación de las instituciones, por parte de empresarios, financistas y tecnócratas a sueldo, de bancos y corporaciones multinacionales. Hoy, John Locke (1632-1704) gime bajo el peso muerto del individualismo de Adam Smith (1723-1790) y sus discípulos más ortodoxos; mientras Donald Trump (1946) y Boris Johnson (1964) se encargan de hundir en el abismo a sus respectivos países, en una mezcla de insensatez, ausencia de criterio y verborragia verbal nauseabunda. Occidente pierde terreno, en medio de una Francia impotente, una Alemania concentrada en acumular riquezas y una España que vagabundea en busca de un destino que no ha podido ni querido alcanzar, tras siglos de decadencia.
Los líderes y los estadistas, parecen surgir en otros espacios geográficos y en otras latitudes, y en el contexto de sistemas no liberales: Xi Jinping y Vladimir Putin, dos cuadros políticos formados en el Marxismo, ocupan el lugar que otrora ocuparan Charles De Gaulle (1890-1970), Winston S Churchill (1874-1965), Franklin D Roosevelt (1882-1945) o Konrad Adenauer (1876-1967); mientras su visión estratégica, de largo aliento, supera con creces la ceguera cortoplacista, el discurso monocorde y la especulación mediática de sus pares europeos y americanos. Todos tenemos la sensación de que, de los dilemas actuales que el Mundo presenta, aquellos salen mejor parados que éstos en casi todos los segmentos de la vida social en los que tienen influencia.
Nosotros, los peronistas, tenemos incorporadas, a fin de cuentas, las claves para entender esa decadencia y éste auge, gracias a nuestra Doctrina. El Humanismo Justicialista – de raigambre cristiana – armoniza, en un único cuerpo de ideas, los valores aparentemente irreconciliables de la Libertad y la Igualdad. Y el instrumento para eso, el Estado, requiere, para su correcto funcionamiento, de la existencia de tres condiciones básicas: un Pueblo Feliz, una Nación Poderosa y una estrategia de acumulación de Poder, positiva, integrativa y universalista. El fundador del Peronismo nos hablaba, ya en 1974, de China y sus potencialidades, y de la necesidad de entender el Mundo para poder luego, en base al mismo, fortalecer nuestra propia identidad.
Los treinta años transcurridos desde el final de la URSS y la caída del Muro berlinés han visto emerger al Socialismo de sus cenizas, en combinación con un “Capitalismo de Estado” poderoso y competitivo, que nada tiene que ver ni con el cerrado esquema estalinista, ni con la utópica concepción Conservadora de un Mercado omnipotente y omnisciente. Es lo público lo que prima por sobre lo privado y se destaca una asociación entre burocracia estatal, empresas y capitales especulativos como signo de los tiempos. La primera potencia económica del globo es una Nación comunista, inserta en el sistema productivo y comercial planetario de modo ecléctico y sutil. Obra de la Política, entendida en su sentido y acepción más amplia.
Aquellas aserciones de Luis, entonces, recobran actualidad, mientras nos ponen en guardia a la hora de sacar conclusiones sobre el Orden Mundial del Siglo XXI: ni el Socialismo terminó como algunos pensaban; ni el Liberalismo fue la panacea que otros auguraban. Las cosas – afortunadamente – son y serán mucho más complejas. Es posible que la Escuela en la que mi viejo maestro se formara – la del Canciller Juan Carlos Puig (1928-1989) y la de Juan Domingo Perón (1895-1974) - tenga hoy más vigencia que la de los cultores del Globalismo Financiero.