Por Jorge Osvaldo Furman
Límites y Fracasos de su Modelo de Integración Americana
El presente artículo fue elaborado a partir de los apuntes del Doctor Jorge Osvaldo Furman, para sus clases del Seminario de Historia Latinoamericana, de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad del Salvador, en poder de nuestro Director.
Como ya hemos visto, Francisco de Miranda (1750-1816) alcanzó sólo a diseñar apenas los trazos germinales de un proyecto político, que debe ser analizado como el resultado de una férrea voluntad, y de la típica actitud de todo precursor. En Simón Bolívar (1783-1830) y en José de San Martín (1778-1850) tenemos, por el contrario, planes más completos que pueden ser descritos con mucha más precisión. Su primera característica es que están hechos para América, no para ninguna región en particular del vasto Imperio español. A pesar del profundo amor que sentían por la tierra de su nacimiento, buscaban una identidad ampliada. En una palabra, veían a las pequeñas naciones surgidas de la dislocación del orden colonial como parte de un todo. Su preocupación radicaba en reconstruirlo, no en demolerlo, a través de integraciones sucesivas, en múltiples campos: el económico, el político, el militar y el cultural. Querían crear una “identidad americana”; una “identidad ampliada”.
Aunque a nosotros pueda parecernos hoy absolutamente increíble, estos señores eran conscientes, del proceso de Globalización y Mundialización ya en marcha. Todos comprendían la desarticulación del Imperio español y que éste iba a desembocar, más tarde o más temprano, en la “Independencia”; pero también sabían que ese fenómeno no había comenzado en las Indias, sino en Madrid, con la invasión napoleónica de 1808. O sea, que la realidad de ese momento, dura, difícil y confusa, era hija de la Revolución Francesa. Y a partir de ello, concluían en que su éxito sería posible sólo con el apoyo activo y protección del país europeo más poderoso a escala global por su dominio de los mares: la Gran Bretaña. Incluso admiraban el sistema político de equilibrios, surgido en esa nación en 1688, y su modélico progreso económico y social. Eran “pro ingleses” por razones ideológicas, por pensar como “liberales”.
El proyecto de integración más acotado fue el de José de San Martín. Y sería conveniente, antes que nada, recordar que el Libertador se había formado en Europa, como hijo de un funcionario español de la Corte Iluminista de Carlos III (1759-1788). Don José era un oficial de caballería y, por lo tanto, concebía a la Política desde un punto de vista castrense, no civil; cuyo eje principal era el amor al “orden”. No era un vástago de mercaderes y contrabandistas, como Juan José Castelli (1764-1812), Mariano Moreno (1778-1811) y Manuel Belgrano (1770-1820); todos, al mismo tiempo, intelectuales y funcionarios. Es sencillamente un soldado educado en los cuarteles desde la más tierna infancia. Y por vivir gran parte de su juventud y madurez en el Viejo Continente, la realidad Sudamericana le disgustaba enormemente, nunca la comprendió; murió sin comprenderla.
De esta manera, podemos afirmar que, para San Martín, la cuestión principal era: ¿cómo establecer en América del Sur, un orden político efectivo? Y ¿qué límites geográficos debería tener el mismo? Claramente debía incluir al Perú, pues Lima seguía siendo el centro económico y político, como en épocas virreinales. Su cosmovisión estratégica – el brillante plan de cruce de los Andes y de desembarco en las costas del Pacífico – nacía de una convicción geopolítica muy clara: la vieja capital era el centro del Subcontinente, el lugar donde la Guerra de Independencia quedaría decidida y donde, luego de la victoria militar, se podría establecer un poder político estable y duradero.
Por otro lado, hay que recordar que San Martín había sido parte del Ejército Real que, enfrentándose a Napoleón (1769-1821) entre 1808 y 1813, iba a constituir uno de los pilares de la España Liberal. Era uno de los tantos oficiales que, a pesar de resistirse al dominio francés, habían sido contagiados por los principios de 1789. Junto con otros militares americanos, había sido enviado por logias masónicas asociadas al constitucionalismo de Cádiz y sus Cortes. Pero esas ideas, tamizadas por una mente cuartelera, se traducían en el deseo de apoyar la Libertad, con el combate a la “Anarquía” y el desorden post revolucionario. De allí su idea de coronar en Lima a un vástago de una casa real europea, como monarca constitucional, a la manera británica. Sus ideas eran pues, en este sentido, muy típicas de la Ilustración del siglo XVIII y del Liberalismo Conservador del XIX.
Lo repetimos: para comprender a San Martín hay que reparar, antes que nada, en su mentalidad militar. Desde lo político no es un forjador de ideas, sino que es tributario de elucubraciones ajenas. Toma algunas y rechaza otras, con la parquedad y la simplicidad características de un soldado. Esto explica su apoyo a Don Juan Manuel de Rosas (1793-1877), sin ser él estrictamente un “rosista”.
Percibe a la dictadura del Restaurador como el “orden posible”, en un Río de la Plata desgarrado por la guerra civil y el desorden social.
En conclusión, diremos que el “proyecto sanmartiniano”, pertenece a una línea ideológica centralista y monárquica. Por supuesto, no democrática – estamos en la década de 1810 – pero sí profundamente Liberal, en consonancia con el mundo de la época. Y por supuesto, habría que agregar lo obvio – aunque a cierto “nacionalismo” le incomode –, todo ello fue concebido a partir de la esperanza de un apoyo activo por parte de Inglaterra. Los temores de ésta a enemistarse con la Santa Alianza y la resistencia de las élites locales a la centralización, fue lo que finalmente explica el fracaso de San Martín y su abrupta salida del escenario político sudamericano.