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Los Pueblos También se Equivocan

Por Silvano Pascuzzo. Hay un concepto romántico del Pueblo, que las tristes experiencias del siglo pasado, deberían inducirnos a desechar. No todo lo popular es bueno, ético, progresivo.

Los pueblos también se equivocan por Silvano Pascuzzo
Los pueblos también se equivocan por Silvano Pascuzzo

Las élites son mezquinas y corruptas, pero las masas, no son mejores. En las sociedades modernas, son la fuente de la Legitimidad de las primeras, su soporte y su apoyo, más o menos estable. La multitud no es siempre: mejor que sus jefes”; ambas partes pueden compartir inclinaciones violentas y una apabullante falta de sentido de la Ética”. Lo que alguna vez el Marxismo Clásico llamara: lumpet proletariat; constituye hoy – gracias al Neoliberalismo – una porción considerable de las poblaciones de los países de Europa y en América una turbamulta de sujetos que sobreviven a duras penas, sumergidos en la frustración y el miedo al futuro; carentes de referencias comunitarias y embrutecidos por un materialismo ramplón. Son sobrevivientes de muchos cataclismos, herederos de sucesivas injusticias; una muchedumbre espectral, cruzada por la apatía y la resignación. Repite axiomas, que no comprende ni analiza, movida por un odio hacia los demás; inexplicable si se lo mira desde el Racionalismo Optimista de ciertas izquierdas. Asistimos, en fin, a una regresión espeluznante; que, para decirlo en palabras de Domingo Faustino Sarmiento, nos está conduciendo de vuelta: “a la obscuridad infinita de la Barbarie”.

 

Las Derechas se nutren. Incuestionablemente, de ésta chusma reaccionaria y carente de valores. Por lo que ponerla en el papel de víctima, despojándola de responsabilidades de la gestación del drama que estamos viviendo; es a todas luces un error muy grande. La llegada de personajes autoritarios y psíquicamente inestables al Gobierno; es el resultado de una falta inocultable de cultura cívica entre los votantes. Las traiciones de algunos líderes a sus programas, no invalida reclamar de los afectados, algo más que estériles manifestaciones de bronca. La dirigencia surge de los pueblos, y en ellos, en su esfuerzo, dedicación y orgullo por los símbolos y tradiciones que aman; está la verdadera clave del futuro. Si la perversión del egoísmo, elimina de los corazones de la gente de a pie, el espíritu de solidaridad, nada grande y trascendente podrá lograrse.

 

Debiera estar clara la evidencia, de que no sólo entre los ricos, impera hoy una “nueva sofística”, infinitamente más cruel e inhumana que la de los tiempos de Sócrates y de Platón; ya que escuchamos a personas humildes e incluso trabajadoras, hablar con desprecio de sus vecinos, amigos, parientes y compañeros de vida. Resulta patético, ridículo, insistir al: “reboleo irresponsable de insultos”, proferidos por hombres y mujeres carentes del más mínimo respeto por los otros; una legión de operadores abúlicos, torpes, que odian al Estado, a la Política, a la Religión y a los sindicatos. Sin saber: ¿Por qué? Odian, solamente odian. Como la novela de Gunter Grass: El Tambor de Hojalata, han decidido permanecer, en una niñez perpetua, con un alma narcotizada y un intelecto adormecido; en espera de demagogos capaces de despertarlos, “entre gritos guturales y consignas absurdas”.


¿Habría para todo esto, razones atendibles? Sin dudas, muchas y muy variadas: el deterioro de las estructuras educativas formales; el auge de los medios de comunicación concentrados y de las redes sociales, la corrupción y endogamia de los partidos políticos, la burocratización de los gremios y de las iglesias; entre otras. Pero también hay una masiva y despreocupada carencia de interés por aprender y cultivarse; ignorando que la falta de educación puede ser superada, por una vocación crítica, que no es – ni nunca ha sido – patrimonio de los sabios. Hubo épocas – en el siglo XIX, por ejemplo – en que las masas se elevaron por encima de muchas limitaciones, luchando por mejorar su condición. Ahora vivir inmersas en un inmediatismo banal. ¿Culpa de sus líderes? Naturalmente; ¿y de ellas?, también. Resuenan otra vez, los ecos de la obra clásica de Primo Levi: Trilogía de Auschwitz, dónde se alude a la culpa colectiva de los alemanes, frente al Holocausto.

 

La construcción de alternativas en el campo político electoral, debe incluir entre sus prioridades, una discusión sobre el “pensamiento y el comportamiento real de las masas”. Es – sin dudas – un problema ético, en el sentido que, a ese vocablo por Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino; una reformulación de la idea de lo público, de lo colectivo; tal y como hubiesen planteados los griegos, los romanos y los Padres de la Iglesia: la Res Pública, la Casa Común, la Koinomé; Juan Domingo Perón nos hablaba ya, en 1951, de la Doctrina como instrumento destinado a guiar la acción, en aquellos magistrales discursos de la “Escuela Superior de Formación Política”. Gracias a ella – decía el líder justicialista – “la masa se convierte en pueblo”; volviéndose capaz de “modelar su propio destino”. En una palabra, necesitamos “predicadores” con un modo distinto de ver el mundo, solidario, humanista, patriótico: combatientes contra el egoísmo y el materialismo, y contra la hedónica exaltación de la meritocracia; militantes de “una Fe práctica” en el otro, en el compañero y en el lugar dónde se ha nacido y se desea descansar para siempre, cuando nos hayamos ido.

 

En conclusión: diremos que sin líderes íntegros y abnegados; los pueblos suelen perder el rumbo; se equivocan. Pero también lo hacen, si no tienen conciencia del mundo” en el que viven como individuos únicos e irrepetibles; de si “papel en la Historia”; de las luchas presentes y pasadas. La organización y el adoctrinamiento no son frenos a la Libertad; por el contrario, surgen como antídotos contra la estupidez y la mezquina ambición. ¿Son suficientes? Nunca. Constituyen condición necesaria para dar otros pasos en el camino de la Justicia. “Los malos gobiernos, son nuestros gobiernos, tanto como los mediocres y los buenos”. Empezar por desmitificación de lo popular, es clave para cerrar el paso a la naturalización del odio y de la desesperanza, antes de que sea demasiado tarde.


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